(Alerta spoiler) La segunda temporada de “Severance” decepcionó, no sin antes haber dado muestras de una gran capacidad de sostener, por momentos incluso de sobrepasar, todo aquello que reivindicamos de la primera entrega. ¿Qué produjo este giro abrupto (o quizás no tanto) que alejó a esta serie de la eterna “Twin Peaks” para acercarla a los productos más estandarizados de la industria?
En primer lugar, la opción por la conservación de todo el sistema de explotación, en manos de Mark S. (innie), en lugar de la destrucción del mismo, encarnada en la voluntad de Mark Stout (outie), nos deja un gusto más que amargo. Por supuesto que la alienación no es algo que podamos superar, como si fuera un atuendo ya gastado que no queremos portar más. Pero eso no significa que sea imposible soñar con ese abandono. Cuando Mark Fisher escribe sobre el “realismo capitalista” refiere precisamente a esto: incluso la imaginación más desbordada encuentra en el capitalismo neoliberal un límite infranqueable.
En segundo lugar, el último capítulo de la temporada decide tristemente explicar todo aquello que nutría el misterio detrás de Lumon. ¿Qué es lo que hacen diariamente al refinar los enigmáticos macrodatos? ¿Por qué hay un departamento dedicado a la cría de cabras? ¿Qué es Cold Harbor? Todas estas preguntas reclamaban una respuesta, pero satisfacer esta demanda es imperdonable, ya que cierra esa capacidad de imaginar que los espectadores debíamos actualizar. Severance ahora piensa por nosotros.
En tercer lugar, el elogio del amor heterosexual. Al finalizar la temporada comprendimos que el único problema siempre es el amor, el cual atraviesa a los cuatro compañeros de trabajo. Pero de los tres conflictos presentados (los dos Dylan y su esposa, los dos Mark, Helly R. y Gemma, ambos Irving y ambos Burt) será el amor entre John Turturro y Christopher Walken el único imposible de concretar. Y por supuesto que el centro de la historia lo ocupa ahora el cuadrado amoroso heterosexual, sostenido sobre esa relación entre Mark Stout y su esposa, que lo vuelve al primero el empleado más importante ya que, guiado por sus sentimientos, al manipular los números en la pantalla está configurando la psiquis de alguna versión de su amada.
Tristeza y decepción deja a su paso una de las mejores series de los últimos tiempos. La próxima temporada perdió al menos un espectador.