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David Lynch, el gran pez

 

📗 En 2009 publiqué este artículo sobre el eterno David Lynch. Lo comparto a modo de primer homenaje.

🖊️ El gran pez

En "El retrato de Dorian Gray", Oscar Wilde elogia una vez más la superficialidad, recordándonos que el verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo invisible. Cuando escuchamos a David Lynch en la edición original del audiobook "Catching the big Fish", comprendemos que él adscribe a dicha sentencia. Para el director de Eraserhead (1977) el film es un reflejo del mundo en que es concebido; por lo tanto, reproduce su extrañeza. Lynch podría ser ese personaje de Borges para quien los misterios pueden ser complejos como el universo, luego toda solución será inevitablemente inferior. Dicho en palabras del cineasta, el misterio siempre puede ser más profundo, pero no esconde ningún secreto, por eso toda resolución defraudará. Por lo tanto, cuando nos habla de la caja y la llave de El camino de los sueños (2001), dice que no tiene la menor idea de qué son o significan. Pero, ¿acaso esa caja y esa llave que tenemos frente a nosotros en este instante significan algo?

En uno de los capítulos del libro Lynch se posiciona categóricamente en contra de los comentarios del director, infaltables extras de todo DVD, ya que al intentar explicar una película se rompe la experiencia que la misma ofrece. La intuición es lo que Imperio (2006) pone en funcionamiento, y no la razón, el cálculo o el saber. Y la intuición es también la capacidad propia del realizador cinematográfico. La misma puede ser ampliada por la meditación trascendental al permitirnos ésta salir a la pesca de ideas, que son para Lynch pensamientos que vienen por fragmentos. La primera idea alcanzada es la fundamental, luego surge el resto de las piezas del rompecabezas. Así quedan unidos sus dos amores, que tal vez sean el mismo. En una obra dedicada a la meditación, la conciencia y la creatividad, se borran los límites entre el arte y el estado de iluminación.

El cine de Lynch vive de su meditación, de esa búsqueda infatigable de peces dorados. Sus películas son vitrinas donde se exponen los fragmentos de un puzzle inconcluso.

"Adoro ver gente saliendo de la oscuridad", afirma el creador de Corazón salvaje (1990), resumiendo en una oración todo su cine. En sus películas no se va hacia la noche de una escotilla enterrada a metros de profundidad o de una cabaña escurridiza en medio de una isla (semi)desierta, sino que el movimiento es inverso. Se sale del silencio sin nostalgia por lo que queda a nuestras espaldas. Al igual que Hitchcock y su suspenso sin whodonit, Lynch logró prescindir del secreto y quedarse sólo con el misterio. En Lost pedimos a gritos resolución, rogamos por llegar lo antes posible al desenlace de la serie. En Twin Peaks (1990) no nos importa llegar a la meta, sino recorrer el camino de sensaciones que nos propone. Existe un abismo entre la manipulación del espectador para que semana tras semana y año tras año vuelva a prender la televisión, y el encantamiento del espectador para que su cuerpo caiga en las redes del cine (que para Lynch se extiende hacia las nuevas tecnologías). Por eso el autor de Carretera perdida (1997) se inclina por el formato digital pero no por el High Definition, precisamente porque la menor calidad del primero permite soñar. La oscuridad por detrás de lo visible es necesaria, mientras que la pura transparencia del HD muestra "todo" y no permite al espectador crear su mundo a partir de lo intuido. Lo importante en el cine es lo superficial de la pantalla, siempre y cuando exista un resto de opacidad imposible de iluminar. Esa verdad mueve las películas de Lynch. En Terciopelo Azul (1986) no se anuncia nada, sino sólo un abismo, el cual invita a una caída maravillosa.  

Oscar Wilde, en su cuento "La esfinge sin secreto", nos habla de una mujer que ama el misterio por sí mismo. Esta esfinge, años más tarde, se convertiría en David Lynch, quien también está hecho para ser amado, no comprendido. En "Atrapa el pez dorado" no buscamos explicaciones, respuestas o soluciones, sino que nos sumergimos en una búsqueda apasionada de aquello fundamental que compartimos cada vez que nos encontramos con esas cosas que llamamos arte. El resto es silencio.

Referencias

Borges, J. L., "Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto", en El aleph, Madrid, Alianza, 2002

Wilde, O., "La esfinge sin secreto", en Cuentos completos, Madrid, Espasa Calpe, 1999

Wilde, O., El cuadro de Dorian Gray, Madrid, Cátedra, 1992

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