Despedimos el año con una clase dedicada a “Stalker” de Tarkovsky, film que habita desde siempre nuestra memoria y que ha generado una multiplicidad incontable de lecturas, ninguna más o menos verdadera que la otra. Nos propusimos en este encuentro entrecruzar esta obra con “Esculpir en el tiempo”, libro que condensa las reflexiones del director ruso en torno al cine y el arte en general. En este leemos: “Al hablar de poesía no estoy pensando en ningún género determinado. La poesía es para mí un modo de ver el mundo, una forma especial de relación con la realidad. Vistas las cosas así, la poesía se convierte en una filosofía que acompaña al hombre durante toda su vida.” ¿Qué resulta interesante de esta cita? Que el arte adquiere una potencia metafísica, en tanto modo de relación con la alteridad. La poesía no se define por un sujeto autor ni por ciertas cualidades de su obra, sino por una manera de concebir nuestro vínculo con la exterioridad. ¿Cuál es el que expresa “Stalker”? El respeto absoluto e incondicional al otro, que pone en entredicho la soberanía del “yo”. Recordemos esa escena donde el grupo de expedicionarios vislumbra a relativa corta distancia la habitación que orienta su aventura, reconociendo que el camino más corto y veloz será la línea recta desde donde ellos están hacia la Zona. Sin embargo, el Stalker les señala que no son ellos quienes dirigen la travesía ni definen la dirección o el ritmo, sino la Zona misma. Arroja una piedra y sentencia que donde ella caiga será el próximo destino, no sin dejar de recordar que el territorio por el que transitan está vivo, es cambiante, está en un constante devenir. Y sin embargo, caminan, llegan, pero no entran, porque cuando está el otro primero, el sujeto soberano no puede más que responder a su llamada delegando su libertad y espontaneidad.